Si bien la genética juega un papel crucial en la predisposición a la caída del cabello, los factores ambientales también ejercen una influencia significativa en la salud capilar. La exposición a la contaminación ambiental, por ejemplo, puede dañar los folículos pilosos y alterar el ciclo de crecimiento del cabello. Las partículas contaminantes y los metales pesados presentes en el aire pueden acumularse en el cuero cabelludo, obstruyendo los poros y debilitando el cabello. La exposición excesiva a la radiación ultravioleta (UV) del sol también puede dañar el cabello, haciéndolo más frágil y propenso a la caída. Los rayos UV pueden degradar la queratina, la proteína principal del cabello, y dañar los folículos pilosos. El clima extremo, ya sea calor o frío intenso, también puede afectar la salud capilar. El calor excesivo puede deshidratar el cabello y el cuero cabelludo, mientras que el frío intenso puede reducir la circulación sanguínea en el cuero cabelludo, afectando el suministro de nutrientes a los folículos pilosos. El uso excesivo de productos químicos agresivos, como tintes, permanentes y productos de peinado, también puede dañar el cabello y provocar su caída. Estos productos pueden debilitar la estructura del cabello, hacerlo más frágil y propenso a la rotura. El estrés ambiental, como el ruido, la falta de sueño y la mala alimentación, también puede afectar la salud capilar. El estrés crónico puede aumentar los niveles de cortisol, una hormona que puede inhibir el crecimiento del cabello. Una dieta deficiente en nutrientes esenciales para el cabello, como vitaminas, minerales y proteínas, también puede contribuir a la caída del cabello. Para proteger tu cabello de los factores ambientales, es importante adoptar hábitos saludables, como protegerlo del sol, evitar el uso excesivo de productos químicos agresivos y llevar una dieta equilibrada.